"... Era muy malsano para un chico de 16 años encontrarse en un colegio de curas, sin una sola chica a la vista. Cuando salí de ahí, ellas me daban miedo. Además, no paraban de burlarse de mí, era feo como un sapo. Y a los 19, fui a París de vacaciones con dos amigos y nos la pasamos escuchando el compilado Boychild de Scott Walker. No sé si tiene relación, pero al volver a Inglaterra, como por milagro, todas las mujeres andaban detrás mío."

Anthony Reynolds, líder del grupo Jack.

Ayer volví a escuchar Boychild y me acordé de la nota que, hace ya 9 años, me puso al corriente de la existencia de Scott Walker. La esperanza de que el mencionado -y supuesto- efecto afrodisíaco del disco me alcanzara, duró un par de meses: el tiempo exacto que me tomó conseguir el disco, escucharlo concienzudamente y concluir -no sin pena y con la celeridad propia de un vergonzoso traspié- que, a falta de chicas, buenos son los discos... y mejor, aún, si estos hacen gala (y consuelo) de la elegancia de Sir Walker.