INTROMISION ONIRICA:
Siempre pensé lo siguiente: un buen disco no debería dejarte dormir, o, al menos, debería despertarte a cada rato. Luego de escuchar el "Closing Times" de Tom Waits un tercer criterio viene a desdecir el carácter taxativo (a la vez que débil) de mi anterior enunciado. Esta "otra" opción, que descansa en el título del post, habla a las claras del poder de ensoñación de ciertas músicas. Siguiendo esa lógica, el mejor elogio que le puedo hacer al disco es que -con un climax en los tracks 6 y 7- me hizo soñar triste. No puedo recomendar un mejor método para apreciarlo que ese: la clave es enchufarse los auriculares, ponerse cómodo, cerrar los ojos y esperar pacientemente, con el anhelo de que la realidad ceda.
Luego de un arduo día de rutina (cualquiera, no necesariamente uno agotador) las barreras de la vigilia se rinden facilmente, y, con un disco de un mood adecuado, la música (a estas alturas mero soundtrack), encuentra resquicios por donde filtrarse. Y acá viene lo interesante: lo que se decanta, lo que nuestra mente deja pasar, es, unicamente, aquello que vale la pena, aquello que "sirve": parajes que, por obra y gracia de la inspiración del artista, se construyen en las más altas cimas melódicas. Ese estado -de una inconsciencia tan lúcida que asusta- es, por lejos, más criterioso y objetivo que cualquier escucha atenta, consciente.
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