LA HORA 25 de SPIKE LEE:
¡¡Eeecselente!!, como diría el detestable personaje mediático Guillermo Nimo. Una película de la hostia con actuaciones impecables (Edward Norton ¡you did it again!) y un par de escenas que te calan los huesos hasta la angustia. Para darse una idea mezclen los siguientes ingredientes: un Spike Lee panfletario (como siempre) y harto de todo (como nunca), una New York post-atentado desoladora y “creepy” (la secuencia de los títulos es una suerte de escalofriante homenaje: la ciudad, de noche y, en el lugar de las difuntas torres, dos haces de luz infinitos que se elevan en la oscuridad, todo acompañado por una música certera) y un tipo (el protagonista) resignado y derrotado por una condena a prisión que deberá empezar a cumplir al otro día, tiempo, este, necesariamente escaso para arreglar sus asuntos. Por ahí entonces desfilarán sus amigos - con sus historias a cuestas -, su novia - con sospechas a cuestas -, compañeros narcos - con sus intereses a cuestas - y su padre - con sus culpas a cuestas-. Todos y cada uno de estos personajes y todas y cada una de las escenas parecen imprescindibles y dan con el tono exacto de una película que, a pesar del localismo propio del cine de Spike Lee, gusta y se convierte en universal a fuerza de sentimientos reales y desgarradores.
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